De padres manizalitas y la tercera de 4 hijos, Alexandra Cardona nació el 23 de junio de 1957 en la clínica Minerva de Ibagué y aunque su estadía en la capital musical de Colombia fue corta, su imaginario sigue hasta el día de hoy reconstruyendo recuerdos y volcando su mirada hacia la tierra que la vio nacer. Al contrario de muchas otras experiencias, su paso por el colegio El Rosario, donde estudió interna, dejó en ella no una visión tortuosa sino el más cálido de los inventarios de imágenes que propició su acercamiento a las letras.
Mientras sus compañeras jugaban o estudiaban, aquella niña de escasos años pasaba tardes enteras leyendo en la biblioteca, preanunciando la idea que hoy tiene, y que tal vez en ese momento no podía entender cabalmente, de que 10 más maravilloso que le ha podido ocurrir en la vida fue haber aprendido a leer.
Cuando llegaba la hora de dormir y las luces del dormitorio se apagaban en el internado del colegio El Rosario, en Bogotá. Alexandra Cardona Restrepo encendía su linterna debajo de las cobijas para embarcarse en el sueño que desde aquella época se convirtió en su mayor pasión: la literatura. Marcada por un profundo sentimiento religioso, Alexandra Cardona soñaba con convertirse en monja o misionera, lejos de imaginar que su destino estaría ligado para siempre a la literatura.
Para el momento en que marcha a Caracas, donde su familia se había radicado y donde continúa sus últimos años de bachillerato, Alexandra, que al contrario de muchos autores había comenzado escribiendo narrativa y no poesía, encontró en las palabras, en el arte de construir y contar historias, la forma de interactuar con los otros. En unas vacaciones de 1977 Alexandra, con 20 años de edad, conoce a Jaime Osorio, con quien contrae matrimonio y tiene una hija.
Su matrimonio la devuelve a Colombia donde adelanta estudios de Derecho en la Universidad Autónoma hasta el momento de su viaje a Europa en 1981. Considerada siempre en Colombia como venezolana y en Venezuela como colombiana, Alexandra encontraría en Francia y España no sólo una ampliación de su horizonte sino la fuerza que la impulsaría a verse desde afuera a sí misma y a reconocerse como colombiana. Al regresar al país y bajar del avión a las 7:30 de la mañana, mientras la luz del sol se abría paso entre el frío de la capital, Alexandra Cardona encontró el peso de su decisión, el instante en que entendió que estaba viva y que éste era el lugar donde todo estaba por pasar.